El mar.

El mar. Un profundo silencio azul oscuro tatuado de relinchos blancos.

Quietud y movimiento constantes. Como yo mismo, como mi propio ser y mi universo.

Pensamientos, pensamientos, pensamientos, olas, olas, olas; incesantemente.

Las olas galopan, evolucionan, avanzan, mueren en sí mismas agotado su eterno movimiento, y quedan quietas hasta el siguiente instante en que de nuevo un rizo ligero se convierte en pensamiento. Así casi siempre.

¿Miraste el agua y contemplaste, inmenso, el abismo que se abre bajo tan inquieto mivimiento?

¿Te sumergiste en ese océano de silencio?

¿Has sentido el abismo, ese abismo, y te has reconocido?

Nada hay más enorme que el enorme vacío de la nada.

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